Restaurante El Serbal (Santander)

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En este viaje no hemos perdido la oportunidad de degustar los mejores platos de Cantabria. Para ellos los restaurantes con estrellas Michelin son una apuesta segura. Así que fuimos al mejor restaurante de Santander: El Serbal.

Un restaurante de cocina creativa, pero a la vez con platos tradicionales y sobre todo con las mejores materias primas de la región. Como hicimos la reserva sobre la marcha no tenían más mesas, así que nos ofrecieron que usasemos para la comida el reservado, una pequeña sala privada donde comer sin estar en la misma sala que la demás gente. Resulto ser una experiencia divertidísima por que nos permitió estar totalmente a nuestro aire.

Estaba al final de la sala con una cristalera con cortinas que pedimos que echasen para que nadie nos viese, así pudimos estar mucho más tranquilos. Y sobre todo poder hacer un poco el tonto sin que nadie te vea, que estos sitios suelen ser muy ceremoniosos y serios y nosotros estamos más por la labor de divertirnos. Pero eso no está reñido con comer bien, así que tuvimos las dos cosas.

El sitio tiene mucha clase, nada más sentarnos nos invitaron a una copa de vino dulce, a cada uno lo que le apetecía.

Brindando por el viaje.. y por próximos viajes.

Una de las cosas diferentes del restaurante eran los «muebles» como nosotros lo llamábamos. En un momento entró un camarero con un aparador con ruedas, que le costó la misma vida meterlo en el privado, todos espectantes cuando saca el cajón superior y era el pan, varios tipos de pan, que nos explicó lo que era cada uno para que eligiésemos el que más nos gustaba.

Cada uno elegimos uno diferente y nos pusieron de todos para que los probásemos.

Tenía una carta de aceites y botellitas con diferentes tipos para hacer una pequeña cata previa a la comida, algo que me encanta. Estuvimos probando los diferentes aceites, nos llaman menos la atención las aceitunas que ya conocemos, típicas de Andalucia, el que triunfó fue uno hecho en Tarragona que tenía un suave sabor a plátano. Me encanta lo de comer pan con aceite antes de la comida.

Un aperitivo en unos platos de cristal irregulares preciosos.

Esta vez no hicimos menú degustación, por que creímos que sería demasiada comida y pedimos dos platos cada uno. Este fue el de Javi y Sonia, y me lo tenía que haber pedido yo: Carpaccio de Wagyu con virutas de foie gras y arroz salvaje frito. Uno de los mejores platos del viaje. El Wagyu es la famosa carne de Kobe, que es la mas cara del mundo.


Aunque yo no tengo que quejarme, unos Calçost salteados en Wok con chipirón y piñones a la soja.


Ignacio se pidió Ensalada de queso con anchoas, yogur de pepino y tomate a la albahaca.


Como plato principal todos pedimos el mismo: Lomo de vaca frisona con patatas a la arcilla blanca y ravioli de ibérico trufado. Sin duda la mejor carne que he probado en mi vida, una carne que se derretía en la boca, un sabor suave, jugosa y una salsa perfecta.

A la hora de pedir los postres Javi se pidió un plátano flambeado, lo que no esperábamos es que nos lo fuesen a flambear delante, fue todo un espectáculo, preparandolo todo y además nos lo iban explicando, que resultó super interesante.


Y ya puedes ver el resultado finar.. sólo falta el olor.


Javi había triunfado con su postre 🙂

Ignacio se pidió Tarta de chocolate con chocolatinas y frutos rojos

Y Sonia uno de los platos estrella de local: El postre de los chocolates.


Y para mi: Fresas salteadas con vinagre balsámico, garrapiñado de pistachos y helado de cuajada.

El café tambien tenía su «mueble», en este caso si ibas a tomar café tenías todos los granos por denominación de origen y elegías de qué grano querías el café. Luego si lo querías expresso o si querías que te lo hicieran como una infusión y entonces te lo molían allí mismo.


Además de un delicioso café con granos de Guatemala, me pedí una infusión de menta, que resultó ser de hojas de gengibre.

Los demás se tomaron manzanillas y el cacharro nos dio para jugar un rato, que nosotros no perdemos oportunidad.

Y un detalle final del restaurante fue este postre de arroz con coco con frutas.


El restaurante es muy bonito, muy elegante y amplio. El servicio es excelente.

Para cuando terminabas la comida tenías en el baño cepillos de dientes desechables con sus tubitos de pasta de dientes mini para cepillarte, un detalle muy práctico cuando uno está de viaje y no va a volver a casa después de comer.


Una comida deliciosa, un restaurante muy recomendable con un servicio excelente.
Una visita muy divertida y toda una experiencia.

Y finalmente la bodega, que al hacer la foto nos invitaron a pasar a verla, pero rechazamos la oferta por que éramos los ultimos que estábamos en el restaurante y no queríamos molestar más, que ya estaban preparando las mesas para las cenas. Estuvimos más de 3 horas de comida. Pero como digo siempre a estos sitios no se viene a comer, sino a disfrutar de la comida.

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