Restaurante Sergi Arola Gastro

Por fin llegó la noche que tanto he esperado. La cena en el restaurante de Sergi Arola, el Sergi Arola Gastro, que hace un año que abrió y es según los críticos, el mejor restaurante de Madrid. Nosotros hemos intentado ir en un par de ocasiones, pero siempre estaba lleno y ahora por fin hemos ido. Nada más hacer la reserva nos enviaron un SMS para confirmarlo, luego 48 horas antes de la fecha nos enviaron otro para recordárnoslo y el día de antes de la cena nos llamaron por teléfono para que reconfirmásemos la reserva. Sergi Arola tenía el restaurante del Hotel Miguel Angel de Madrid y su famoso restaurante de dos estrellas Michelín y lo dejó todo para montar este restaurante propio en Madrid.
Nada más llegar con el coche sale el aparcacoches todo vestido de traje y te da una tarjeta con su nombre dándote las gracias por la visita, confirma la reserva y te abre la puerta del restaurante. Subes una escalera, por que el local se divide en dos partes, en la parte inferior un lounge, una especie de pub tranquilo para tomar copas y en la parte superior el restaurante. Los dueños del restaurante son Sergi Arola y su mujer, Sara Fort, que es quien te recibe cuando llegas, te da la bienvenida al local y se lleva tu ropa de abrigo. Te acompaña a la mesa y charla un poco contigo, hace el papel de anfitriona que te recibe en su casa. El restaurante es pequeñito, sólo tiene 10 mesas, está decorado muy elegante y sobrio, en madera y colores ocres, las paredes lisas y sólo al final del todo un mural escultórico (más abajo está la foto). Todos los camareros van de riguroso traje de chaqueta negro, hombres y mujeres, sólo la mujer de Sergi Arola, Sara va de traje de calle.

Lo más pijo de toda la cena ¡Glups, he dicho la palabra! Fue el agua, nada más llegar nos dieron la carta de aguas y claro, la curiosidad me pudo y empecé a ver la pijotada de botellas de agua que tenían, como agua sacada de un manantial de un volcán de japón, agua de las Islas Fidji y la campeona, la que nos dejó con la boca abierta y fue la que nos pedimos, la botella que contenía exactamente 2870 gotas de agua de lluvia de la Isla de Tasmania, en Australia. Un agua tan pura que excede en 400 veces las normas de la Organización Mundial de la Salud. Así que nos pudo la curiosidad y nos pedimos la botella (7’5€). No te voy a engañar.. sólo era agua, sin más misterio, es verdad que un buen agua, que se notaba un sabor limpio .. pero al fin y al cabo, sólo agua.

Nada más sentarnos a la mesa nos colocaron los platos, que eran dos rectangulares grises, muy sobrios, uno grande delante y uno finito detrás, entre el plato grande y el vaso de agua, ese plato finito alargado era para colocar las rebanadas de pan. Pues dejaron un único cubierto, un tenedor de dos puntas, muy largo y nos trajeron un vaso blanco sobre un plato alargado, también blanco y nos dijeron que era un aperitivo de crema de tubérculo, con nata montada arriba del todo y la camarera nos recomienda tomarlo antes de que la nata se baje. ¿Y ahora que haces? Tiene pinta de ser algo bebido, pero te han puesto un cubierto alargado, que bien podría servir para comer algo… el restaurante es elegantísimo, aunque el ambiente es muy íntimo, pero el local rezuma elegancia por todos lados. ¿Tenemos ganas de empezar la cena haciendo el cateto? Que no es que me importe mucho, pero se trata de hacer las cosas lo mejor posible y aprender, así que le dije a Javi que no tocase el cubierto, que lo bebiésemos «a morro» y eso hicimos. Efectivamente era una crema muy suave de algún vegetal que estaba deliciosa, sobre todo con la mezcla dulce de la nata. Pasamos la primera prueba, pero los de la mesa de al lado no tuvieron tanta suerte, eran una pareja joven de ingleses (pijíiiiisimos) y ellos metieron el tenedor en el vaso.

Esto es sólo una anécdota, pero es verdad que cuesta saber como hacer las cosas bien en todos sitios, aunque en realidad es todo cuestión de sentido común, tendemos a creer que un sitio así será artificioso, pero si es un vaso se bebe del vaso, pero tendemos a creer que todo será complicado y artificial, pero la elegancia está en la sencillez. Cuando vi los dos platos en la mesa creí que sería alfo raro, pensé en palillos chinos, cuando vi que era simplemente para poner las rodajas de pan me pareció una idea originalísima y sencillísima, nunca la había visto.

Toca elegir menú, aunque en realidad no tiene muchas opciones, menú degustación, que es lo que uno debe comer en un sitio así, por que es la manera de tomar diferentes platos del cocinero, luego una versión mini del menú, que reduce el número de platos de la cena y luego una opción vegetariana que incluye una degustación de quesos. Voy a poner los precios, por que no son nada secreto, si entras a la web los verás, el restaurante es caro, muy caro, el menú cuesta 145€, 120 si quieres el menú reducido y luego tienes la opción del vino que son 50€ por persona, en vez de pedir una única botella de vino, el soumiller te hace el maridaje y se encarga de irte sirviendo vinos con cada plato acordes al mismo. Habíamos pensado pedirnos una botella, por que 100€ por el vino nos parecía mucho y ya de por si es un dinero la cena, aunque tuviésemos ganas del capricho, no dejas de pensar en lo que te gastas. Pero cuando vi la carta de vinos, apenas había botellas por debajo de 50€, con un precio medio de 70€ y muchas por encima de los 600€, así que decidimos hacer la cena completa y pedir el maridaje de los vinos, así que pedimos el menú degustación con el maridaje de vinos y la verdad es que hicimos lo mejor.

Hablamos con Sara por la alergia de Javi al pescado y marisco y propuso a Javi unos platos alternativos a los del menú que tenían estos ingredientes, fue super maja. El soumiller vino a preguntarnos si teníamos alguna preferencia por los vinos para la cena, como ninguno de los dos somos expertos precisamente fuimos a lo sencillo, que somos más de vino tinto que de blanco, por si lo creía oportuno. Y empezamos la cena con una copa de champán, el maridaje era completo, desde el aperitivo hasta el postre. Un champán delicioso, Javi se trajo apuntado el nombre para intentar comprar alguna botella, por que estaba buenísimo.
El menú degustación del Sergi Arola Gastro son 12 platos: 3 entremeses, 4 entrantes, dos platos principales, uno de carne y otro de pescado y 3 postres. Estábamos todavia disfrutando del champán cuando nos llenaron la mesa con todo lo que ves en la foto, que son unos aperitivos (que no cuentan como parte del menú, lo mismo que la crema del principio) que eran unas aceitunas rojas, que nunca había visto, que eran muy carnosas y estaban riquísimas, tomates cherry pelados en aceite de albahaca, minicroquetas con crema de comino, hojas de endivia con ali-oli de frutos secos, rabanitos en aceite y patatas fritas infladas.

Un detalle que nos encantó es que nos trajeron a la mesa una bandeja con una cazuelita llena de mantequilla, con dos dedales grandes llenos de sales especiadas, una sal de limon y otra sal de canela, tenía tambien una jarrita y traía la camarera estas dos botellas de aceite que ves para que eligieras, nos dijo que eran aceites fuerte y suave ¡De la provincia de Córdoba! Ya te puedes imaginar lo que tardamos Javi y yo en contarle a la camarera que éramos cordobeses, fue un detallazo para nosotros que en un sitio así el aceite que sirven sea de Córdoba. Pedimos el fuerte, por supuesto. Y en el platito alargado que te decía nos colocaron rebanadas de pan de nueces, frutos secos e integral. Te huntabas la mantequilla y de los dedales, con unas cucharadas minúsculas servías un poco de sal sobre el pan y estaba mmmmmmmmmmmmm

El primer entremés «oficial» del menú, aunque ya llevábamos un rato picando en realidad. Era un cono, como un cono de helado pero pequeñito, te puedes imaginar mi cara cuando me dan el cono de helado y lo pruebo y era helado de tomate, conforme lo iba comiendo me encontraba trocitos de anchoas. ¡Curiosísimo! El de Javi se lo rellenaron de tomate picado en lugar de las anchoas.
El segundo entremés es el de la foto, es e mio, se trata de un «Bocata de Calamares«, era un pan finísimo, dentro había rodajas de calamares tan finas como una hebra de lana, con una salsa de mayonesa muy suave. Como ves nos encontramos ante la interpretación de alta cocina de un plato de toda la vida, no es un restaurante donde encuentres platos artificiosos. Sara nos contó que su trabajo es la materia prima, que el menú cambia cada mes, adaptándose a los productos de temporada. Con los entremeses nos sirvieron un vino albariño gallego que era muy afrutado.

El siguiente entremés fue genial: Patatas bravas, unas patatas cortadas como un canutillo, con una salsa brava muy suave por encima, el plato era precioso y estaban riquísimas. ¡Nunca pensé que pagaría 200€ por cenar bocadillo de calamares y patatas bravas!


En esta foto de debajo ves la fuente, arriba a la izquierda, que te decía con la mantequilla y la especie de dedales con las sales y la jarrita con el aceite cordobés. Este es el primer entrante, se trata de remolacha al estilo «sashimi» con helado de aguacate, una mezcla de sabores muy original. Yo hacía años que no comía remolacha y me gustó mucho. Con los entrantes nos sirvieron vino blanco, un vino francés muy suave.

El seguno entrante fueron boquerones, que estaban muy frescos sobre una lámina de pepinillo en vinagre y por encima llevaba unas láminas de guindilla verde. Aunque parece algo fuerte, en realidad al comerlo todo a la vez la mezcla creaba un sabor muy interesante. Los daditos de arriba, eran de manzana con sirope de sidra por encima. Con estos entrantes de pescado nos sirvieron otro vino blanco diferente más fuerte.

El siguiente entrante fue una parrillada de marisco y pescado con salsa de algas. Eran pequeñas porciones de cosas diferentes: pulpo, vieira, pescado, mejillón, etc. Muy muy rico.

A Javi le dieron otros platos, en lugar de los boquerones a él le sirvieron una mezcla de verduras con salsa de hinojo que fue lo que más le gustó de toda la cena. Y en lugar de la parrillada unos macarrones con berenjena ahumada y helado de mascarpone, que probé y estaba riquísimo.

Y el último entrante común fue una lámina de foie con verduritas frescas por encima y luego le echaban caldo de pato, de modo que el foie se deshacía en el plato y te lo tomabas como una sopa con el sabor del foie ¡Alucinante! Este plato lo acompañaron de un vino tinto de Castilla que era muy suave.
Todos los platos te los terminaban en la mesa, siempre te traían el plato base y ya en la mesa lo completaban con la salsa o la guarnición, la sensación siempre era de máximo cuidado de la comida, la presentación espectacular y el trato genial, los camareros eran majísimos. Lo único que se elije en el menú degustación es la carne o el pescado que quieres de cada entre las dos opciones. En el caso de Javi a él las dos carnes directamente, este plato fue sólo de él: Solomillo blanco de ibérico con espinacas.

En mi caso, el plato de pescado que escogí fue el lenguado con manteca de setas, servido sobre una cama de col picada, con una coca de col por encima, como una costra vegetal frita y una sopa de mejorana. Se me hace la boca agua de acordarme…. Unos sabores delicados, lo vegetal con el pescado que daba una mezcla deliciosa.

Y llegamos al plato de carne común, que esta vez el soumiller nos sirvió copas de vino de Toro, más fuerte para acompañar la carne. Que Sara me recomendó pedir de carne el pichón, que era uno de sus platos más famosos. Yo nunca había comido pichón, pero la verdad es que uno va a un sitio así a probar cosas nuevas, así que lo pedí. Iba acompañado de arroz basmatí, que tengo que decir que fue lo que más me gustó, este plato fue el mejor. El arroz era muy curioso, por que me sabía a una mezcla entre metalizado y ahumado. Entiendo que sea uno de sus platos más famosos, verdaderamente fuera de lo común.

Y llegamos a los postres. Como has visto no son platos grandes, pero no son pequeños, en realidad comes bastante, no es como otros sitios que van de pijos que sales con hambre. Las cantidades eran las justas para que siguieras teniendo ganas de más hasta llegar a los postres y terminases saciado. Con los postres nos sirvieron vino de Oporto dulce, que no es de mis favoritos, así que yo seguí con el tinto hasta el final.
El primer postre una crema de coco, con lágrimas de tamarindo y «aire de curry» que era una especie de espuma, que no daba sabor a curry al postre, pero si un toque que resultaba muy curioso y todo ello en una sopa fría de naranjas de sangre. Un postre muy refrescante.

El segundo original postre fue un pastelito dulce con ruibarbo frío por encima y regado con zumo de piña natural. Otra mezcla de sabores que te sorprendía.

Y el último y demoledor plato fue una tarta de chocolate, rellena de helado y con pimienta verde por encima acompañado de fresas silvestres. Un postre más contundente y terminamos realmente saciados. Todo realmente medido para terminar muy bien comido y con una gran variedad de alimentos.

Nos pedimos una infusión para terminar y vino mi anécdota de la noche ¡Es que no se ir a un sitio si hacer alguna de las mias! Javi se pidió una infusión de regaliz y yo me pedí una de poleo blanco, lar sirvieron en las teteras tan chulas que ves, de hierro forjado con las horas para echar el agua por encima. Yo me pedí un vaso con hielo por que me gustan las infusiones frias cuando al servirlo se me cayó la tapa dentro del vaso y lo rompió, no se llegó a romper en pedazos, pero si saltó un trozo del borde y se rajó entero…. Ahí me tienes a mi todo colorao, sacando con los dedos la tapa de la tetera del vaso pensando en qué decir…. ¡Que vergüenza! Llamé todo prudente a la camarera y le dije «He tenido un incidente» (muy diplomático) cuando lo ve ella dice «Uy! Perdón, eso ha sido por el contraste del frio del hielo y el calor de la infusión» (Yujuuuuuuuu ¡Salvado del ridículo!). ¿Yo que iba a decir? «Si claro, me trae otra por favor«… en vez de decir, no señorita es por el contraste del hierro forjado con el cristal… ji ji ji ji salvado por la campana. Ni que decir tiene que la segunda infusión fui mucho más cuidadoso al servirla.

Y pedimos la cuenta, cuando eran casi las dos de la mañana, la cena había durado desde las 9 y media, hasta casi las dos, sin parar de comer. Nos trajeron la cuenta y un último detalle que fueron unas mini-magdalenas recién hechas, que son esa especie de conchas con una mermelada de manzana con menta, que es lo del tarrito, que estaban calentitas y muy ricas. Acompañado de unas piedras, que en realidad eran caramelos de limón, que estaban riquísimos y me traje unos pocos para Mari, que sé que le encantan esas cosas.

La cena fue una maravilla, la más cara de mi vida, pero no me siento mal, no me da remordimiento gastar tanto (aunque mi madre si me ha regañado), pero la verdad es que llevaba mucho tiempo con ganas de ir y lo disfruté tanto, cada momento, cada plato, cada sabor, cada detalle del sitio.
Me quedaba embobao mirando a Sergi Arola cuando paseaba por allí, salió varias veces a sacar platos (uno para nosotros, por cierto), lo veías con el traje de cocinero, realmente era él el que estaba preparando los platos (todas las mesas éramos parejas, asi que 20 comensales nada más) y aunque no pasó mesa a mesa, como si lo hizo Pedro Subijana cuando estuvimos en el Akelarre, Sergi Arola estaba trabajando y se dejaba ver haciendo su trabajo.
Pese a lo formal del sitio, se nos pasó el corte enseguida y estuvimos la mar de cómodos, con una charla romántica y divertida toda la noche, que se nos pasó en un tris, pero la disfrutamos muchísimo. Estoy muy contento que haber pedido el maridaje de vinos, por que nos permitió probar muchos vinos en su mejor momento y brindamos con cada copa de nuevo vino que nos sirvieron, espero que todos los brindis se cumplan, para poder volver a repetir este cena más veces.

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  1. Sonia G
  2. Anónimo
  3. Anónimo

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